Entradas

Mostrando entradas de 2011

Andrea dijo...

Siempre quise ser locutora de radio, desde pequeña grababa en cassettes mis supuestos programas donde presentaba música y hablaba de "temas de actualidad". La verdad es que nunca pensé que fuera factible, me encerré en la asunción de que ser locutora era una idea que se quedaría para siempre confinada a mis sueños guajiros y fantasías recurrentes. Mañana se hace realidad este sueño abstracto, pues comenzaré a tener un turno en vivo en su blog de radio, música y entretenimiento de confianza: Coffee and Radio . Definitivamente esto me llena de dicha, pero no puedo evitar notar que ésta se ve opacada por un LIGERO pánico... Y es que en la vida real no me para la boca, pero una vez en la cabina temo que me paralizaré, y entonces comenzaré a sentir cómo me hormiguea la lengua y luego toda la garganta, querré gritar y sólo saldrá un pujido ahogado. Mi frente sudará como cascada, mis ojos se llenarán de sudor, desesperada buscaré con qué secarme y en el intento tiraré de un cabl

Mujeres, poetas y beatniks

Imagen
Pase usted y dese un quemón: échenle ojo a mi artículo para La Jornada Semanal (click en la imagen para leerlo)

Participación en la danza con Doris

De la autoría de José Vicente Anaya (mi poeta-padre) participando en la danza de aquella mujer que me dió la vida Por ejemplo, que te llamaras Dorinda cuando te veo bailando en el relato de Carlos Rodolfo y te descubro mujer que habita nuestro desconocimiento, por ejemplo, pero cómo inventarte y para qué si estás en algún sitio poblado al ritmo de tu cuerpo. Y estoy seguro que te arrancas el alma con nuestro tiempo Mahler... pero tú bailas en el rincón de la casa que guardas para los sueños. O intentas regresar al agua porque el verano propicia los orígenes y tú bailas cualquier noche cerca de un poeta que desconoces cuando él habla de tí para este mundo. O danzas por la ribera de un río que se pierde entre el escándalo con aves tempraneras y después te encuentro callada en un camión urbano: cargando la pesadez de nuestro siglo, y yo también callado sin esperar respuesta a mi mirada: Nos perdimos, sin encuentro ni despedida, entre la indiferencia de millones